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A partir de 1905 la obra de Andre Derain toma una dirección radicalmente nueva en la que señala dos características distintivas. Una “nueva concepción de la luz, que consiste en la negación de la sombra” y que provoque una “revitalización de la fuerza expresiva”.
André Derain y Matisse encontraron una nueva forma de pintar, una técnica mixta de capas de pintura planas y de irisaciones diáfanas distribuidas mediante toques en el lienzo cuya estructura en muchos casos quedaba al descubierto. El plano del cuadro derivaba directamente a la aplicación de colores puros, de forma que el lienzo pintado, que “negaba” la sombra, y , por tanto reducía la profundidad, conservaba su característica inicial de una superficie bidimensional.